agilidad y goce, alambres, trozos de madera blanqueada por cal gruesas sogas, piedras y ladrillos completan aquel monumento, producto de la necesidad del hombre de vivir en una sociedad organizada, producto de la razón.
Una estructura abandonada donde podemos ver hierros torcidos y retorcidos alrededor de un eje o como sostén de vigas y entrepisos donde el agua y el viento, la tierra acumulada, el grito desgarrador de la herrumbre, la superposición de viejas maderas desclavadas dan el aspecto de un animal de la era glaciaria, un ancestro que deja ver los restos de su estructura ósea. Una ciudad cosmopolita que crece con el ritmo de los éxitos económicos y los golpes de suerte es un cementerio que cobija sus propias creaciones, es un libro para ciegos y videntes.
Tensiones entre las partes, ritmos y repeticiones, son partituras de una música capaz de ser ejecutada.
Edificios abandonados, derruidos, en proyecto, se presentan al hombre contemporáneo como esqueletos que perdieron su piel. Son modernos santuarios donde se llevan a cabo las ceremonias cotidianas del hombre; como futuros testimonios arqueológicos. Se han abandonado las imágenes bucólicas, los edificios no dejan ver el horizonte y por ello el pensamiento de los hombres rebota entre paredes de grandes construcciones.
Mediante mi trabajo pretendo absorber las impresiones del entorno y devolverlas en forma de metáfora visuales, otorgándole la categoría de obra de arte. Los edificios en construcción poseen un interés especial para mí, un secreto mágico, un cálculo infinitesimal, capaz de sustentar las mas variadas creaciones humanas.
Los cimientos me transmiten una sensación de respeto, placer morboso, kilómetros de hierro y acero penetrando la tierra, con